
Quizá este artículo se torne un tanto extenso, pero no puedes leerlo a medias, pues quedarás
con una idea errónea de lo que quiero transmitir, así que te invito a leerlo en su totalidad.
Hace unos días mi esposa me comentaba la experiencia de una amiga de la familia que – siendo creyente en Dios – está abatida por la depresión y la soledad, aun teniendo personas a su alrededor, cuestionando el sentido de su propia vida.
No pretendo juzgar a nadie, por qué muchas veces también cuestioné el sentido de mi vida, al hacerlo me enfrenté a una gran verdad: La vida en sí misma no tiene sentido.