Hace unos cuantos meses nuestra vida era normal. Apenas comenzábamos a adaptarnos a este 2020 esperado con ansias, porque a finales del 2019 nos habíamos proyectado (como lo hacemos cuando un nuevo año está por venir), a hacer lo que antes no habíamos hecho. (Todos los años decimos lo mismo, este año voy a bajar de peso, este año si haré esto o aquello, bla, bla, bla).
Pero de repente, todo cambió. El Coronavirus nos obligó a encerrarnos en casa y ni siquiera lo imaginamos, mucho menos estábamos preparados. Literalmente la vida nos secuestró y cada uno de nosotros ha visto esta situación desde su propia cosmovisión.
Soy un creyente en Dios, por lo tanto mi fe me invita a creer en las tesis bíblicas, no obstante debo hoy hacer uso de una supuesta tesis de Darwin para poder entender porque no todos miramos esta crisis de la misma manera:
«Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio. En la lucha por la supervivencia, los más aptos ganan a expensas de sus rivales porque consiguen adaptarse mejor a su entorno.».
Lo cierto es que para muchos los tiempos difíciles tienen una forma compleja de enseñarnos las lecciones más valiosas.
Me pregunto si solo soy yo, o para algunos más esto se siente tan extraño?. La vida como la conocíamos se siente como un recuerdo lejano, o no?
El hecho, es que ahora esta es nuestra realidad. Es nuestra vida y tenemos que seguir… pero NO!, estamos encerrados, hartos y enojados… y lo peor es que estamos desperdiciando esta crisis, porque no hemos entendido que sea o no una teoría conspirativa de esas que me gustan, el Coronavirus está entre nosotros y llegó para quedarse por un buen tiempo.
Hoy más que nunca debemos tener claro que la vida sigue y sólo aquellas personas que se adapten mejor a este nuevo cambio de vida podrán contarnos en los años venideros sus inspiradoras historias de vida.
Mucho se habla que a algunos les ha tocado más difícil que a otros, pero siempre ha sido así, y aunque suene a cliché esta cuarentena es una oportunidad, y como cualquier oportunidad, puede desperdiciarse. No podemos permitir que eso suceda.
Como era de esperarse, «obligarnos» a estar encerrados ha generado mucha confusión, preocupación e incluso enojo, pero debemos entender que no elegimos estar en cuarentena, no elegimos estar encerrados, no elegimos esta crisis, simplemente llegó sin previo aviso. Sin embargo para algunos en toda esta difícil situación hay momentos de claridad y aprendizajes que tenemos que poner en práctica una vez regresemos a la normalidad, o lo que sea «normal» una vez regresemos todos a las calles.
Creo que una de las cosas más importantes de estar encerrados, ha sido habernos «desconectados» de nuestros estilos de vida y de las rutinas con las que veníamos, de poder estar «protegidos» en nuestros hogares (no casas, hogares), porque esto nos ha permitido darnos cuenta de lo que realmente importa.
Esta experiencia queramos o no, nos ha cambiado y nos va a seguir cambiando. Vamos a ser diferentes una vez estemos al otro lado de la crisis, espero que sea para bien, porque el mundo y sobretodo nuestro país lo que necesita son personas que respondan de manera proactiva y productiva.
Por ejemplo en Colombia, la próxima semana se reactivarán algunas empresas, negocios comenzarán a abrir nuevamente, y poco a poco iremos saliendo de nuestras cuevas y nos daremos cuenta que el mundo sigue aquí.
Como dice la canción, pronto… «Volveremos a juntarnos, volveremos a brindar…» pero no podemos hacerlo volviendo a nuestras rutinas anteriores, no podemos hacerlo pensando que la vida sigue como si nada hubiera pasado, porque entonces si: habremos desperdiciado esta crisis.
A estas alturas del confinamiento o cuarentena, hemos debido aprender que somos responsables del entorno en el que nos movemos, que nuestra influencia y responsabilidad es limitada, que no podemos salvar al mundo, pero si tenemos la obligación moral de cuidar nuestro entorno porque allí está nuestra familia, nuestros amigos y compañeros de trabajo.
De seguro esto no durará para siempre, y sería muy lamentable haber desperdiciado esta «oportunidad de la vida» en lamentos, maldiciones y buscando culpables, enfocados en seguir haciendo las cosas en la forma como solíamos hacerlas, cuando todos hemos pagado un precio muy alto por unas lecciones que nos enseñan que muchas de las cosas de las que prescindimos en cuarentena, realmente no las necesitábamos, que una cosa son nuestros deseos y otras nuestras necesidades.
Tuvimos que decir NO a muchas cosas: fiestas, ropa, viajes, restaurantes, discotecas, centros comerciales, bares, la lista puede ser larga, y es sorprenderte darte cuenta que nada de eso es verdaderamente necesario, pero cuando no puedes hacer la diferencia entre tu necesidad y tu deseo, entonces te frustras, entras en pánico y simplemente desperdicias este tiempo que la vida te regaló para hacerte un mejor ser humano y enseñarte que hay mejores formas de hacer las cosas.